Cómo convertirse en campeonas

Cómo convertirse en campeonas

El equipo de básquetbol de la categoría Mini femenino vivió una experiencia inolvidable para conseguir el campeonato del torneo Libascopar.

Se juega el último minuto de la final en el gimnasio de la Institución Teresiana y, de pronto, el mundo entero se paraliza. Es un lunes por la tarde, el equipo visitante parece que fuera el local, el marcador está 38-36 a su favor, hasta que se cobra un foul en contra que es la sombra tenebrosa de un empate fatal.

Todo lo que ocurrió antes y después es un torrente de emociones para el equipo Mini femenino de The English Institute, que terminó ganando el partido por 40-36 y así se coronó campeón de la Copa de Oro del torneo Libascopar.

Dirigidas por Miss Francisca Santelices y Míster Camilo Traub, la generación de quinto y sexto básico cerró un año esplendoroso, con varios capítulos memorables, como lo complementan al final del camino las dos capitanas, Martina Deramond y Rebeca Lira, ambas del sexto C.

El primer muro

Antes de jugar la final de la Liga de Básquetbol de Colegios Particulares con la Institución Teresiana, el equipo amarillo tenía al Colegio Greenland como un duro escollo por delante. “En el primer semestre habíamos perdido en la semifinal con ellas y ahora nos tocó de nuevo en la misma instancia”, apunta Miss Francisca. 

Este nuevo duelo, jugado el jueves 14 de noviembre fue la llave. “Y pasamos a la final. No lo esperábamos porque sacamos diferencia, cerca de 10 puntos, lo que fue muy significativo, porque con este equipo nos había costado todo el año. Ganamos también la confianza necesaria para jugar la final, cinco días más tarde”.

Local en todos lados

El apoyo de los apoderados en cada partido fue conmovedor, recuerda Martina. “En la final parecíamos locales nosotras, porque estaba lleno de papás, mamás, amigos y amigas. Y los gritos de apoyo no paraban”, dice. 

“Hubo una apoderada que no se perdió un solo partido, Alejandra Rosales, mamá de Juanita Erazo”, aporta Miss Francisca. 

“Ella era genial. Se preocupaba de todo. Nos llevaba frutas a los partidos, y si necesitábamos cualquier cosa, calcetines negros para jugar, por ejemplo, la Juanita llamaba a su mamá y ella llevaba”, recuerda Rebeca.

Por eso mismo, el festejo fue tan grande, como aporta Martina. “La celebración empezó en la cancha y después salimos a comer con los papás y mamás a una pizzería, donde estuvimos hasta tarde”.

“Los papás se motivaron no solo por los resultados, sino por el avance que hubo en el grupo. Fue muy notorio, técnica y tácticamente, y eso iba sumado a las personalidades que hay en el equipo”, concluye Miss Francisca. 

Liderazgos

Fue el año pasado que Miss Francisca tomó a esta generación, siendo ayudante, pero ya en 2024 le tocó estar al mando de las categorías Mini e Infantil, bien secundada por el profesor Camilo Traub. 

Para dar extensión a su liderazgo escogió a las dos capitanas apenas se terminaron las vacaciones de verano. 

“Veníamos en el bus, después del segundo entrenamiento, cuando la Miss dijo que Rebeca y yo éramos las elegidas”, rememora Martina, quien no pudo jugar por una lesión.

El rol de las capitanas fue clave, como destaca Miss Francisca. “Tiene que haber ese liderazgo innato. Buscamos que sea positivo, porque ser una capitana significa liderar, ayudar, apoyar, motivar a las niñas. A la Rebe, por ejemplo, yo le digo cuánto puede influir en sus compañeras, porque en su cara demuestra miedo o felicidad nítidamente. Y en los partidos, una sonrisa jamás, porque ahí es muy seria. La Marti, por una lesión, no nos pudo acompañar en el segundo semestre, pero no faltó a ningún partido. Yo las conocí el año pasado y ahora la decisión se nos hizo fácil”. 

Las capitanas vigilan muchos detalles, como quién no ha respondido a la convocatoria, por ejemplo. 

“Damos consejos, especialmente a las más nuevas, las de quinto, que justo este año jugaban la primera final de sus vidas”, aporta Martina. 

La mente manda

Antes de la final con el colegio Instituto Teresiano, Rebeca confiesa haber experimentado un cambio crucial. 

“Estaba muy nerviosa antes del partido, en el de la semifinal y en el de la final, pero cuando entré a la cancha sentí que era como jugar un partido más. También me sentí más segura en la final porque entramos ganando. Y ya antes, le habíamos ganado a un equipo nos costaba”. 

Lo mental era la deuda que tenía el equipo desde el primer semestre. El diagnóstico lo tenían claro Miss Francisca, quien veía que la gran traba eran los nervios y la inseguridad.

Lo recuerda Rebeca: “Había mucho nervio por la semifinal que perdimos en el primer semestre. Una compañera, que es muy buena, no quería ni jugar, como que le vino un ataque y decía que era muy mala”. 

A Martina también le tocó apreciar ese miedo. “Hasta un día antes de la semifinal todas decían vamos a perder, vamos a perder. No nos tenemos fe. Íbamos en el bus, incluso, y sentíamos ese peso”. 

Miss Francisca advirtió esa sensación, así que comenzó un trabajo minucioso. 

“Hubo tres puntos claves. Uno, es que en los entrenamientos nos dimos cuenta con Camilo de que ese era el mensaje negativo que se estaban transmitiendo entre ellas, de que no podemos. Segundo, antes de entrar a la cancha nos juntamos e hicimos una charla motivacional. Partíamos por decir que se sintieran ganadoras, que no sintieran la presión de ganar por ganar, que si lo hacíamos era por nuestro trabajo, y que lo más importante era disfrutar el juego. Lo tercero era entrar conectadas a la cancha, desde que se lanzaba la pelota al aire. Y una anécdota más, es que hablé aparte con mis dos capitanas terminado el entrenamiento antes de la semifinal. No puede ser que ustedes entreguen el mensaje de que no podemos, de que están nerviosas, les dije. Imagínense, ustedes son claves en el equipo, son jugadoras importantes. Necesito que digan, nosotras podemos. Si ustedes están muertas de miedo, imagínense cómo van a estar las de quinto, que nunca han tenido una oportunidad como esta. Por dentro pueden estar muertas de miedo, pero lo que transmiten debe ser diferente”.

El punto 39

A menos de un minuto del final se produjo una falta que pudo cambiar la historia. Si la jugadora del Teresiano acertaba sus dos tiros, llegaba el empate a 38. Era la mejor jugadora, pero los nervios se la comieron. 

Recuperada la pelota, Miss Francisca pidió un minuto y organizó una jugada, pero no resultó como se esperaba. 

“No hicieron ni la mitad de lo que pedimos. Cada una fue por su lado porque el nervio, la verdad, era muy grande. No nos había pasado antes. En un partido común y corriente, saben muy bien lo que les pedimos, pero en la final y en ese momento, fue todo muy distinto”, recuerda Miss Francisca.

Lo que iba a salvar la situación fue un foul a favor. Juanita Erazo quedó frente al aro con dos tiros disponibles para The English Institute. 

“Iba a lanzar y estaba tan nerviosa que la vi temblar”, recuerda Rebeca.

“Apuntó uno de los dos tiros y llegamos a 39 puntos. Ahí nos despegamos. Solo después del partido supo lo que había significado ese tiro, porque el nervio era gigantesco”, remata Miss Francis, que vio que con un último foul su equipo llegaba a 40 puntos inalcanzables.

El festejo queda en el recuerdo, pero el valor de esta generación que le tocó dirigir y todo el aprendizaje ganado la lleva a mirar el futuro con especial optimismo. 

“Yo creo que esta es la próxima generación dorada, aunque ellas misma no se lo crean por ahora. Hay un equipo muy bueno en Superior, que es de primero a cuarto medio, y para mí esa es la generación dorada que estamos viviendo. Y estas, que son chicas, todavía van a llegar lejos”. 

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