Cómo se produjo una fusión histórica
A 20 años del hito que unió al colegio Carmen Mc Phee y a The English Institute, Peter Mc Phee, el director de aquel 2004, relata el camino y el proceso.
“El muro de Berlín”. Peter Mc Phee recuerda con una sonrisa que así le llamaban muchos estudiantes a la pared que separaba a los dos colegios. La frontera entre el Carmen Mc Phee y The English Institute desde 1980 era una construcción que no alcanzaba los dos metros de altura, por lo que no impedía que los alumnos y alumnas se asomaran cada recreo hacia el otro lado, se hicieran amigos y hasta se armara algún pololeo.
Ni un ladrillo de aquella estructura quedaba en pie el primer día de clases de 2004, con un espacio completamente remodelado e integrado para comenzar la fusión entre estas dos instituciones. Tal como se había anunciado el año anterior, el Carmen Mc Phee, fundado en 1947 por Carmen Barros de Mc Phee, se unía al The English Institute, fundado por su marido, James Mc Phee, en 1976.
El peso de tamaña transformación lo trae a la memoria el hijo del matrimonio, Peter Mc Phee, quien era el director del TEI. A 20 años de aquel hito, se asoma al pasado y revive las enormes complejidades del proceso.
“Por largo tiempo yo era subdirector de los dos colegios. Tenía oficina allá y acá. Eran realidades un poco distintas. El Carmen tenía inglés intensivo y el English era bilingüe. El Carmen era más chico y sus características eran el reflejo de cómo eran sus directores. Eran dos colegios de un matrimonio, pero mi madre era de mucha emotividad, era sentimental, de mucho acoger, sobre todo a niños con necesidades especiales. Y el English era tradicional, enfocado en el inglés, también con valores sólidos”, explica.
-¿Por qué nace la fusión entonces?
-Resulta que el año 97, mi padre fallece, y asumo la dirección del English. Así funcionamos hasta el año 2002, cuando entonces fallece mi madre. Y el 2003, administrábamos los dos colegios con mi hermano James, que era gerente, y nos encontramos con esta realidad: dos colegios paralelos, con administraciones distintas, con funcionarios distintos. Era hacer todo doble. Y los dos colegios tenían un grave problema en común, que era el espacio. Estábamos muy restringidos y la demanda por entrar al colegio crecía. Llegamos al 2003 y con mi hermano nos sentamos durante muchas horas para ver qué hacíamos. Y después de muchas vueltas, decidimos fusionarnos.
-¿Cómo se llega a la idea?
-Teníamos pocas alternativas. Una era seguir diferenciando aún más a los dos colegios, aunque siempre teníamos el problema del espacio. Veíamos que los dos se necesitaban mutuamente, que entre los dos se podía construir algo más grande como proyecto educativo, con mirada a largo plazo, y que se pudieran potenciar las dos herramientas fundamentales que tenían, la parte valórica y el inglés. Tomar la decisión no fue nada fácil, porque era cerrar un colegio en pos del otro. Ahora, ¿cuál cerramos? ¿Con qué nombre nos quedamos? Una es la parte de la gestión, pero era muy fuerte para mi hermano y para mí la parte emocional. Cerrar un colegio significaba, de alguna manera, borrar la obra de uno de los dos. Y mis dos padres habían luchado durante años, partiendo con colegios muy chicos. Era borrar ese esfuerzo, esa historia.
-¿Cómo se alcanza la decisión entonces? ¿Por el colegio más grande?
-El English tenía más alumnos y era un poco más grande, pero no tanto. El Carmen tenía 600 alumnos y el English 800. No era un criterio a considerar. Nos hicimos asesorar por instituciones externas en la parte del márketing para ver cuál era el más conocido. El Carmen era más antiguo, pero siempre se había circunscrito a un determinado nicho. Nos decían que había que mantener Carmen Mc Phee, porque era un nombre que tenía más sentido. El English tenía un nombre más genérico, pero, por otra parte, era un colegio que se había proyectado un poco más hacia afuera. Al final decidimos el English debido a que este colegio era más conocido.
-¿Cómo lo llevaron adelante?
-Esto se decide cerca de julio, y había que empezar a trabajar para el año siguiente. Había, sobretodo que socializar el cambio. Porque no es lo mismo fusionar dos instituciones del rubro comercio, por ejemplo, donde el cliente compra un par de zapatos y se va. Aquí, el colegio tiene un compromiso adquirido con el apoderado y viceversa. Hay proyectos de familias que llevaban 10 ó 15 años formando parte de la comunidad, especialmente en el Carmen, donde había distintas generaciones familiares.
La socialización
-¿Cuáles fueron los primeros pasos?
-Llegamos a septiembre de 2003 con la decisión tomada y había que socializarla. Comenzamos haciendo reuniones primero con los profesores del Carmen Mc Phee. Citamos a una reunión extraordinaria y lo anunciamos. En las caras vimos el impacto que produjo la decisión. Después de las vacaciones de septiembre empezamos con los alumnos, y, en paralelo, con los apoderados. Entonces yo hacía cuatro reuniones diarias en la mañana con grupos de alumnos por nivel. Hicimos una proyección para mostrar que, con el nuevo espacio, íbamos a poder tener esa cancha de fútbol de pasto sintético, tan anhelada. Unos se convencían, otros no mucho. Y en las tardes hacía estas reuniones con los papás; esto fue durante 9 días.
-¿Cómo se sentía antes de cada reunión?
- Buena pregunta, el otro día se lo decía a alguien: si tuviera que hacerlo de nuevo, no sé si sería capaz. Porque eran sentimientos encontrados, fuertísimos. Pero mi padre y mi madre me educaron siempre pensando y velando por el bien de los colegios por sobre nosotros. Entonces, lo que sintiera ya pasaba a segundo plano. Lo importante eran los colegios.
-¿Las reuniones con los apoderados fueron más complejas?
-Afortunadamente las reuniones en general fueron bastante buenas. De hecho, terminamos casi todas con aplausos, aunque había voces que no estaban de acuerdo. Íbamos por niveles. A los papás de los estudiantes mayores no les afectaba tanto como a los de niños menores, a los que les quedaban varios años por delante, y eran los que más presentaban dudas e inquietudes. Yo mostré una encuesta que habíamos hecho hacía poco sobre satisfacción de los apoderados con respecto del colegio. La principal crítica era que no se podían realizar muchas actividades por problemas de espacio. Entonces los mismos apoderados nos estaban diciendo que aquello era un factor limitante. Y esta fusión apuntaba justamente a brindar una solución en ese sentido.
-¿Qué decían los del TEI?
-Los alumnos grandes estaban felices porque iban a tener nuevos amigos. No iba a existir el muro, que les molestaba para comunicarse con sus vecinos. Hablaban por arriba del muro, y hasta pololeaban por arriba. Los más chicos no entendían tanto el tema. Se entusiasmaban por las canchas. Incluso pasó una anécdota, porque una vez a los chiquititos le hicimos una presentación de cómo iba a ser el colegio y la persona que dibujó los espacios se le ocurrió poner al lado de la cancha unas palmeras. Y al año siguiente, había niños que me reclamaban las palmeras.
-¿Qué pasó con la división de cursos?
-En el Carmen había dos cursos por nivel y en el English tres. Seleccionamos a los niños con mejor inglés del Carmen, y, previa consulta, si ellos querían, se podían integrar a los cursos del English. Así se formaban tres cursos del English y uno del Carmen. Era optativo. La mayoría optó por el cambio. Nos quedamos con cuatro cursos por nivel. Después vino el tema más doméstico: ¿Qué uniforme, qué buzo, qué himno? Los primeros años acordamos que los alumnos del Carmen Mc Phee continuaran usando su uniforme, como una forma de respeto hacia sus sentimientos. Cuando uno entraba al nuevo English, se encontraba con ambas instituciones en un solo espacio. Más aún, en los actos cívicos y graduaciones, se cantaban ambos himnos. En los años posteriores se realizó un concurso dentro del alumnado para diseñar el nuevo buzo deportivo y, a la vez, se creó un nuevo himno oficial del nuevo colegio.
El primer día
-¿Se acuerda del primer día de clases, cómo lo afrontó?
-Perfecto. Yo no dormí nada la noche anterior, conocía a los alumnos de los dos colegios y los esperaba en la puerta. A los del Carmen, que llegaban un poco temerosos, los recibía y hacía que los acompañaran a su nueva sala.
-¿Recuerda lo que dijo en ese discurso de inicio?
-Por supuesto. Lo preparé midiendo cada palabra, ya que era un momento clave para el nuevo proceso que iniciábamos. No quería herir los sentimientos de nadie. No hablé de la historia del proceso sino que estuvo enfocado a la integración y de cómo caminaríamos juntos de aquí en adelante. Hablamos sobre el horizonte. Somos uno, vamos a trabajar juntos, vamos a ser amigos, nos vamos a unir. Al pasar los años resultaba difícil distinguir de qué colegio provenía cada alumno, y ya podíamos hablar de una sola Comunidad Educativa. Así, en el año 2017, egresaba la última generación que había ingresado a pre kínder del Carmen Mc Phee. Una anécdota entre medio. Habíamos hecho los anuncios, pero en octubre del año 2003 habíamos matriculado en el Carmen Mc Phee a un grupo de alumnos que ingresaría el año 2004. Y ellos no habían sido informados sobre el cambio e iban a llegar a ese colegio. Rápidamente organizamos una reunión para informarles y ahí surgieron muchos problemas, porque era gente que no nos conocía. Nos decían: “Qué seriedad hay en este colegio”. “Yo vine al Carmen y ahora me están cambiando el colegio”. Eran pocos pero muy intensos, lo que era comprensible.
-Cómo cree que su madre y su padre habrían evaluado lo que pasó? No fueron testigos ni se imaginaron que esto podría pasar.
-Para mi madre habría sido muy difícil este proceso, porque era abandonar un proyecto que había construido durante mucho tiempo y con mucho esfuerzo y perseverancia. Sin embargo, ella era una persona muy pragmática y siempre, como dije anteriormente, ponía el bien de su colegio y su futuro por encima de todo. En todo caso nunca se le planteó esta idea.
-¿Y su padre?
-Para mi padre también habría sido muy difícil y doloroso el final del Colegio Carmen Mc Phee, ya que él participó activamente en su formación y desarrollo, trabajando en conjunto con mi madre. A pesar de ello, y respondiendo a una mirada de futuro y proyección en el tiempo, lo habría realizado.
La idea de ambos era siempre estar realizando mejoras en todo ámbito, ya que decían que la educación, al ser dinámica, debe ir innovando y actualizando los procesos y el colegio debe procurar que sus estudiantes cuenten con la mayor cantidad de herramientas posibles para llegar a ser una persona integralmente desarrollada. La fusión era una manera de proporcionar a la comunidad mejores condiciones físicas para lograr ese desarrollo.