
El gigantesco paso de Maite
Con el cuento “The wall”, la alumna de cuarto básico D ingresó al libro “Santiago en 100 palabras” como la autora más joven de 2024.
Primero fue un secreto que duró un mes entero. Años después, la historia de dos niños que se conocen y se comunican a través de un hoyo que encuentran en la pared que divide sus casas se convirtió en un cuento. La protagonista y la autora son la misma persona, Maite Carrasco Labarca, alumna del cuarto D, quien dio un paso gigante al participar en el concurso “Santiago en 100 palabras” y quedar seleccionada como una de las ganadoras, con su obra “The wall”.
Con solo 9 años, Maite figura en la lista de cien cuentos que forman el libro que cerró 2024 y que corresponde a la edición 23 de este famoso concurso de relatos breves.
La noticia habría podido quedar como un secreto más, pero hoy el cuento “The wall” figura en letras gigantes a la entrada de la biblioteca del TEI. Maite todavía no sale de su asombro al ver hasta dónde ha llegado su impulso de escribir.
–¿Cómo se te ocurrió entrar en el concurso?
–Había visto los anuncios del concurso en los paraderos de micro. Ahí le pregunté a mi mamá qué era eso y ella me contó. Esa misma noche buscamos para ver si podíamos inscribirnos y vimos que se había cerrado el tiempo. Eso fue en 2023, y al año siguiente participé.
–¿De dónde salió la historia? Avisas que es real.
–Sí. Cuando me puse a escribir con mi computador no sabía qué hacer, pero de repente se me ocurrió: ¡Qué buena historia! Lo que nos pasó hace tiempo con mi vecino. Por eso es una historia real. De hecho, en la pared tiene el hoyo ahí todavía.
–¿Cuándo y cómo ocurre realmente?
–Fue en la pandemia. Ahora tengo 10 años, pero en ese tiempo tenía 7 y mi vecino 5. No empezamos a hacer un hoyo desde cero, había un pequeño hoyo, como dice el cuento, y lo fuimos agrandando con cucharas, con lo que tuviéramos a mano. Y en la tarde lo tapábamos con toalla Nova para que nuestros papás no nos descubrieran.
–¿Cuánto dura el secreto?
–Pasó un mes, pero no nos retaron. Eso de la parte del cuento que dice que cabe una persona es fantasía, el hoyo es pequeño y todavía está. Con mi vecino Bastián seguimos siendo amigos. De hecho, ayer nos enviamos aviones de papel a través de ese agujero.
–¿Cómo desarrollaste el gusto por escribir?
–Cuando escribo ha sido para participar en el concurso del colegio, dos veces. Me siento y empiezo a pensar en qué podría escribir. Mi primer cuento es sobre el peluche que tenemos en el curso y que se llama Perry. Escribí cómo me sentía cuando me lo llevaba, y le agregaba cosas de fantasías, como que volaba hacia mis brazos. El segundo cuento fue sobre el Mampato y el trencito del terror, porque yo soy un poco miedosa, lo admito. No me atrevo a meterme ni al trencito del terror del Mampato y escribí sobre cosas que había oído del trencito, y agregué otras cosas que a mí me dan terror, como que te den apio para comer y que te corten las uñas. Esa parte es inventada.
–Supongo que te gusta leer
–Mi casa está llena de libros. Y me encanta leer, lo hago cuando llego del colegio y antes de dormir.
–¿Hay algún libro favorito?
–Me gusta cuando mi papá me lee Asterix, porque sabe francés y tenemos varios capítulos en ese idioma. Entonces los lee en francés y me los traduce. Y si no se acuerda de una palabra, la buscamos. También, ahora para mi cumpleaños me regalaron la colección de Harry Potter. Estoy leyendo el número uno y me queda poquito. Es un muy buen libro. Empecé el 24 de febrero, el día de mi cumpleaños. Son muchos y el cinco es así de gordo. Y me gusta Gaturro, un comic muy gracioso, y la serie de Los Cinco.
–¿Cómo te han apoyado tus compañeros y profesores?
–Estoy en cuarto D y me encanta mi curso. Miss Sofi Vicuña me apoyó. Al principio de año, cuando mi papá fue a dejar los útiles, le llevó el librito de regalo. Un mes después, ella me dijo que iba a leer mi cuento en un acto y me felicitó. Y después hasta lo pusieron gigante en la biblioteca.
Te invitamos a leer el cuento:
"Mi vecino tenía cinco años y yo siete. En el muro que hay entre nuestras casas había un pequeñísimo agujero por donde yo podía espiarlo, hasta que un día él se dio cuenta. Entonces nos pusimos de acuerdo para agrandarlo cada día con una cucharita, y lo dejábamos tapado al final de la tarde con servilletas para que no nos descubrieran nuestros papás. El agujero se hizo tan grande que podía pasar una persona. ¡Hasta que llegó el día en que el muro se cayó y nuestros papás hicieron una gran puerta! (Basado en hechos reales)".