Gracias a los delegados

Gracias a los delegados

Los representantes de cada curso constituyen un ejemplo de compromiso en el colegio. Cristián Flores y Marianne Becker son algunos de ellos y aquí cuentan su experiencia.

Una vez al mes, más de 50 personas se reúnen con la dirección del colegio para escuchar y ser escuchados. Son los delegados de curso, quienes se han transformado en agentes de alta importancia para el funcionamiento de la comunidad. Pueden ser uno o más por curso, se organizan para trabajar en horarios diversos y están a cargo de informar todo lo que sea necesario de manera directa a los apoderados.

¿Cómo es la experiencia de estos papás y mamás? Dos de ellos cuentan su historia.   

Delegados CCristián Flores: “Se necesita empatía”

La lógica indica que la principal motivación de Cristián Flores para convertirse en delegado de curso fue Isidora, su hija mayor, pero bastaría ampliar el mapa para ver cuánto influyó también Norma Leiva en esta decisión. La madre del representante de tercero medio lo marcó con su compromiso cuando él mismo entró como alumno al Instituto Nacional e iluminó luego el camino el día en que le tocó vivir su primera reunión de apoderados en prekínder, en 2010.

“Por supuesto que en esas primeras reuniones existe esa pregunta de quién quiere ser delegado. Como casi nadie levantaba la mano, me ofrecí yo, y esa participación tuvo que ver con el ejemplo de compromiso que siempre me dieron mis padres, especialmente mi mamá, que incluso llegó a ser secretaria del Centro de Padres”, recuerda.

-¿Cómo siguió esta historia?

-Tengo dos niños y solamente he sido delegado en el curso de Isidora, mi hija mayor, que ahora pasó a cuarto medio. Cómo no la voy a acompañar hasta el final, sobre todo ahora que estamos preparando la fiesta de fin de año. Desde ese prekínder se formó un buen grupo de delegados. Estuve ausente algunos años, pero cuando volví se había formado un grupo muy positivo, que fue el organizó la fiesta de graduación de octavo básico. El año pasado, además, logramos que se hiciera el viaje de estudios, el cual incluyó a todos los niveles de tercero. El grupo de delegados tiene excelentes personas, muy preocupados, una maravilla.

-El viaje de tercero medio fue un hito después de la suspensión que determinó la pandemia.

-Claro. Los muchachos y muchachas fueron a Camboriú. Todos querían un viaje al extranjero y logramos que fueran todos los cursos del nivel. Hicimos una campaña para crear un fondo solidario y ayudar así a financiar el viaje a varias familias. Fue entre el 9 y el 16 de diciembre, cerca de 91 estudiantes y 10 apoderados a cargo. La experiencia resultó muy enriquecedora porque hay cursos que se unieron, el A con el B, con el C, con el D y el E. Los muchachos mostraron que están más maduros y tomaron el viaje con responsabilidad.

-¿Qué consejo les daría a los que entran al colegio y quisieran ser delegados?

-Esta labor requiere compromiso, bastante empatía. Eso es muy importante, porque es muy frecuente que en la comunidad a uno le toque escuchar una postura un poquito personal, con una visión de corto plazo. Diría que es imprescindible que exista esa empatía para dialogar, para generar un ambiente de confianza, de equilibrio. Siempre va a existir agradecimiento, o felicitación, eso es parte de esta actividad, pero no se puede negar que todas las personas nos equivocamos, y es bueno tener altura de mira. En la medida que una persona pueda escuchar, comprender, y también que pueda aceptar las críticas, tiene una buena posibilidad de éxito. En mi caso personal, también debo decir que el apoyo familiar es muy importante. Con mi esposa Constanza llevamos años casados, con 8 años de pololeo, somos muy amigos y hemos logrado hacer una linda familia. Y para eso, ella es fundamental.

Delegado mMarianne Becker: “No es un trabajo que se haga solo”

Había asumido recién como delegada cuando una responsabilidad enorme le cayó encima. Marianne Becker recuerda la vez que les dijeron que los delegados del prekínder iban a estar encargados de armar las fiestas patrias del colegio, y aunque no conocía a nadie muy bien, el empujón resultó fundamental.

“Llevábamos unos meses en el colegio como apoderados, cuando vino la fiesta de la chilenidad. Carolina Bravo, que es la encargada de los eventos en el colegio, nos convocó a todos los delegados y nos dijo: esta fiesta la vamos a organizar los del prekínder. Nos miramos entre todos, un poco nerviosos, pero fue la mejor decisión, porque nos permitió conocernos con los papás de los otros cursos, integrarnos, ver quiénes eran más participativos, y así, en medio de un gran desafío, fuimos aprendiendo de los otros”.

Mamá de Clemente y de Ema, Marianne llegó en 2013 al colegio y se convirtió sin dudarlo en delegada del curso del primero, quien hoy ya está en segundo medio.

“En primera instancia, me pareció una buena forma de conocer más sobre el colegio. Cuando nos integramos no lo conocíamos. Y poder conectar con los profesores, las autoridades y los apoderados, nos iba a servir a mi esposo y a mí a saber en qué entorno se desarrollaba nuestro hijo. Hasta la fecha ha sido un trabajo bastante enriquecedor y por eso he seguido. Y he seguido también porque no es un trabajo que todos quieran hacer”, explica.

-Con franqueza, ¿le ha resultado agobiante?

-Para empezar, no es un trabajo que hago sola. Es un grupo. Todos los años ponemos el cargo a disposición y nos dicen sigan ustedes. Pero una comparte la responsabilidad con los apoderados. En el último año llegamos a ser 5 apoderados. Hay una mamá tesorera, hay otro delegado que cuando los niños salieron de octavo, organizó toda la fiesta, arrendando el local, coordinando todo. Hay momentos en que no se nos demanda nada y otras veces es más, como fin de año. Es tan importante por eso tomar este cargo con distintas personas.

-El colegio realiza una reunión mensual con los delegados. ¿Cuánto ha servido?

-Ha sido muy positivo contar con ellas, porque, además, el colegio anuncia de lo que se va a tratar, se categoriza por temas y eso permite que uno pueda comunicar al resto del curso y ver qué preguntas se podrían hacer. Y si el delegado no puede ir, puede que vaya otro apoderado, lo que da oportunidad de participar. No sé si se da en otros colegios, tratando temáticas de manera abierta,  generando conversaciones para lograr acuerdos. Se valora el trabajo del colegio para tener un diálogo permanente con los apoderados. Imagino que es un desafío para el colegio, por la diversidad de apoderados. Pero es valioso que si uno necesita conversar con alguien puede hacerlo. Es curioso, porque cuando me preguntan por el colegio parto diciendo que es un colegio, chico, pero no, son cinco cursos por nivel. Pero hay una sensación de que es más chico porque es un colegio todavía con un sello familiar. Y ese ambiente es muy grato.   

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