“Quería ser director del colegio y cumplí mi sueño”
Nicolás Paraud explica el fin de su ciclo como Principal en The English Institute y agradece el cariño que ha seguido recibiendo de parte de la comunidad.
El secreto había durado 10 años, hasta que el miércoles 9 de octubre, Nicolás Paraud se atrevió a revelarlo frente al grupo de profesores y funcionarios que en ese momento se acababan de enterar que cumplía un ciclo como director de The English Institute para aventurarse en busca de nuevos desafíos profesionales.
“Esto pasó en 2014, y solo lo supo mi esposa, porque fue la única persona a quien me atreví a confesarlo. Quiero ser director del colegio, le dije, y nunca más lo repetí. Hasta que ocurrió”.
Dos años después, Peter Mc Phee lo llamó a su oficina para decirle que se retiraba como director y que quería que él lo sucediera en el cargo. El sí de Paraud fue tan sonoro y entusiasta, que Mc Phee se sorprendió. Le dijo que lo pensara bien, pero el entonces subgerente de recursos humanos volvió a decir que sí, con más énfasis todavía.
“Creo que ahora le diría a Peter que quien debió pensarlo mejor era él”, recuerda con humor Paraud, ya en los días posteriores al anuncio oficial del fin de una etapa que se extiende 31 años, si se cuenta desde que entró al colegio Carmen Mc Phee como alumno de segundo básico, y que culmina con los últimos 7 años en que se desempeñó como Principal.
Paraud se mantendrá en su puesto hasta mediados de enero, cuando lo suceda Macarena Mc Phee, hija de Peter, y quien ocupa el cargo de Senior School Headmistress.
Con ese panorama, mira con más calma el fin de año, mientras las emociones vuelan a su alrededor.
“Me he encontrado con mensajes y gestos muy significativos, que dan cuenta de lo difícil que era tomar esta decisión. Después de conversarlo con la familia Mc Phee, había dejado de ser una decisión tan compleja porque sentí la comprensión y el apoyo que me brindaron Peter, Duncan, Macarena, Macarena mamá (Macarena Cruz). Eso me había sacado una mochila de encima. Pero después del anuncio del miércoles 9-10, volvió a ponerse por delante el peso de la decisión. Recibí mucho cariño, y Martín, uno de mis hermanos me lo decía. Qué increíble la magnitud. Todo lo que te ha pasado, me hace imaginar un funeral, pero en un sentido positivo, porque es como esa instancia en que se te reconoce, se te recuerda y termina siendo un homenaje póstumo. Pero cómo me lo cuentas, cómo lo viviste, es como un funeral en vida. Tiene todo lo bueno de un funeral. Eso me decía Martín y, tras analizarlo, la verdad es que me hace sentido.
–¿Cómo fue el día siguiente al anuncio oficial?
–Pensé que el día del anuncio sería el más nostálgico. Pero encontrarme con la realidad fue distinto, porque a la mañana siguiente los niños se acercaron con mucho cariño. Chiquititos, con reacciones tan auténticas. Tuve que hacer un esfuerzo para no quebrarme. Recuerdo a una chiquitita de tercero básico que siempre que me veía en el patio me saludaba. Y ese jueves 10 de octubre, sin saludo previo, me dice: ¿Es verdad que usted se va? Sí, le digo. Se puso a llorar y me abrazó y me dio tanta pena. Yo venía emocionado de lo del miércoles, estaba sensible, pero tuve que esforzarme para mantener la impronta. El colegio va a estar bien y yo seguiré como apoderado, le conté. A los dos minutos, ella ya estaba jugando, feliz como siempre.
–La pregunta es por qué deja el cargo.
–Me voy por un proceso personal. Cuando cumplí los 40 años, a inicios de 2023, me encontré con lo que llaman crisis de mediana edad, pero a la que no le había tomado el peso. ¿Qué voy a hacer el resto de mi vida? Y fui encontrando respuestas que me alejaban de un escenario que se había mantenido tan estable... No alcanzaría a contar cuántos días de mi vida pensé que me iba a quedar para siempre en el colegio. Pero después de este dilema, lo empecé a ver distinto, y fue creciendo la necesidad de buscar otros desafíos. He hecho cosas diferentes, en paralelo, pero quiero permitirme probar con otras condiciones, con gente distinta, con realidades distintas, asumiendo un compromiso pleno, como a mí genuinamente me nace hacerlo, tal como lo he hecho en el TEI.
–¿En qué momento creyó que ya era oportuno anunciar su partida?
–Lo más difícil de la decisión era encontrar el momento ideal, habiéndolo pensado desde hace tiempo, porque ya el año pasado me pasó algo muy potente, cuando terminé de participar como técnico de Chile en el Mundial de Fútbol calle que se hizo en Sacramento. Al volver, me costó el reintegro. Lo que viví en Estados Unidos fue un sueño, con un campeonato fuera del país, vinculado con el deporte, con una relación muy estrecha con los jugadores, con un sentido social de fondo, y enganchando con todas estas motivaciones que me inspiraron de muy joven. Fue una aventura, fue volver al pasado, y al retomar lo sentí abrupto. Creo que ahí empiezo a vivir un proceso del que me he vuelto más consciente este año, y ante diferentes oportunidades que se abren, también empiezo a pensar cuál es el momento ideal. La respuesta parecía clara, no existía un momento ideal, debía hacerlo en coherencia con mis reflexiones y mis necesidades, e intenté informar apenas entendí que ya tenía la decisión definitiva. Tras conversar con la familia Mc Phee, me sentí acogido y comprendido. Estaré siempre agradecido por toda su confianza, apoyo, y también por permitirme participar de manera activa en el recambio.
–¿Con qué cosas se va más orgulloso de su gestión?
–Con lo que me voy satisfecho es con los avances que logramos en la relación con la comunidad, a todo nivel. Siento que logramos abrir las puertas del colegio. Eso ha tenido un costo, porque hemos tenido que ir educando para que la participación sea constructiva. El criterio de visión compartida lo pudimos implementar, aunque el colegio es muy grande y cuesta alcanzar todos los rincones en profundidad, y ahí persiste un desafío.
–¿Ahí se incluye la creación de Family Week, por ejemplo?
–Claro, la Family Week, el trabajo con los delegados, el nuevo Centro de padres y otras acciones. El colegio, después de la pandemia se esmeró en reincorporar al apoderado con mucha fuerza. Lo de la participación es más profundo, porque consiste en desarrollar una confianza lúcida por parte de los padres hacia los que estamos acá. Que nos vean día a día, que conozcan el patio del colegio, que vean las interacciones que se dan en el recreo. Y si llega a pasar algo, que vean que somos muchos, que tenemos los recursos, que estamos preparados. Un segundo aspecto que me produce satisfacción tiene que ver con los avances relacionados con inclusión, que no se acopla a nuestro proyecto a propósito de la última ley, pues responde a un legado que deja Miss Carmen Barros, con el colegio Carmen Mc Phee, y que lo materializamos a tiempos actuales con el proyecto educativo que se actualiza en 2018. Hoy, en 2024, estamos en un punto de inflexión muy relevante, encontrando certezas en leyes y circulares recientes, y planificando a diferentes frentes, para consolidar un colegio que entiende la inclusión como algo mucho más amplio que la habilitación de una rampla, que la flexibilidad en el uniforme, que la reacción frente a algún diagnóstico.
–En esta despedida con los profesores recién contó por qué había querido ser director. ¿Qué cumplió con ese deseo?
–A los profesores les conté que una vez lo había declarado muy íntimamente. Lo que pasó es que cuando empecé a hacer mi primer Magíster en Gestión y Liderazgo, por allá por el 2014, me tocó interactuar con 50 personas venidas de todo Chile. A mí, la universidad me quedaba a unas cuadras, mientras otros tomaban el avión ese viernes, dormían donde podían y al otro día entraban a clases. Ahí empecé a ver de qué se trataba esto, de un real esfuerzo, sacrificio, de pasión por impactar en diferentes espacios, por pequeños que estos fueran. Entendí que el impacto desde la educación era mucho más potente que el que podía generar desde el deporte, y eso me cautivó. En este magíster, después de las primeras cinco clases recién empiezo a entender contenidos, siglas, realidades, fue un esfuerzo grande, pero logré subirme, y a la vez entender la necesidad de probarme en algo así. Ahí es cuando a mi señora le confidencio que a mí me gustaría ser director del colegio. Se lo dije una vez, y nunca más lo repetí. Ella me escuchó y quedó para los dos. Claro que yo pensaba en dar la vuelta larga, salir del colegio, ir a otros espacios y volver después de años a ser director, quizás a mis cincuenta... Pero pasan dos años y me cita Peter Mc Phee para proponerme asumir en 2018. A propósito de esto, ahora que le informé de mi decisión de partir, me dijo: Me acuerdo perfecto el día en que nos sentamos acá mismo, en esta misma oficina, y me acuerdo de tu cara. Nunca se me va a olvidar tu cara. Así de grandes tus ojos, y me dijiste de inmediato, sí, acepto el desafío. Tomé pausa y te dije, Nicolás piénsalo. Yo tenía 33 años, y con esa energía le dije sí. Tómate tu tiempo, insistió. No, estoy seguro. Te recomiendo que lo pienses. No, Sir Peter, sí acepto. Yo quería ser director con todo mi corazón y cumplí mi sueño.
–Contó que varias de las habilidades de ser director partieron cuando era alumno.
–Mantengo un vínculo con el grupo de profesores que me formaron. Al momento de anunciar mi cambio a la comunidad, tomé varios nombres de algunos qué siguen en el colegio, también de otros que ya no están en el equipo docente, como Jorge Moya, quien fue derechamente un padre para mi en mi carrera profesional, y también en mi vida personal. De los que aún están acá, mencioné a Rosa Defossé, quien lideró una actividad en Castellano que me marcó totalmente, donde todos los compañeros se daban vuelta para que hablara un compañero sin que lo miraran, simulando como si estuviéramos en radio. Y ese fue un primer acercamiento a algo que me hacía confiar en mí, porque yo no tenía la capacidad de hablar frente a un grupo, de liderar. Y era lo que vendría en mi carrera. En el ejercicio, mis compañeros llevaban un cassette y hacían un programa reproduciendo canciones o testimonios previamente grabados. Cuando me tocó a mí, dejé de lado mi timidez, no usé nada, simplemente empecé a hacer la cortina musical del programa deportivo, “Más deporte”, cantando todo, imitando a un periodista que entrevistaba un jugador. Imitaba a Marcelo Espina, imitaba a Pedro Reyes, al técnico Gustavo Benítez. Fue un momento clave para mí. Lo mencioné en esa instancia de informar al equipo, para hacer ver que muchísimos años atrás, estos y muchos docentes han sabido poner el acento en las necesidades de niños y jóvenes, aunque fuera instintivamente.
–También destacó lo clave que fue Miss Verónica Rivera.
–Ella es una persona muy especial, y conmigo fue siempre muy cariñosa. Sobre Verónica, conté una anécdota con un compañero, Sebastián Ballevona. Él sigue siendo mi amigo, es un loco lindo, y recuerdo que tuvo un problema en la clase con la profesora. El hecho era culpa de Sebastián, sin dudas, e hizo lo suyo para zafar. Y en ese momento, ella lo vio tan afectado que en vez aumentar la reprimenda le dijo: “Sebastián, te quiero pedir disculpas por lo que hice”. Todo el curso quedó incrédulo. El gesto de ella me enseñó humildad, y que no tenía nada malo pedir disculpas, porque en ese momento vio a un estudiante afectado. Este es solo un ejemplo, de tantos otros que podría compartir de muchísimos profesores que pusieron el corazón por delante, siendo mis maestros, y hoy mis compañeros de trabajo.