La magia del Taller de Tejido Solidario
Un aporte invaluable realiza este espacio que reúne a más de 30 voluntarias de la comunidad TEI, con un trabajo que llega a diversas instituciones sociales.
Emilia Bronstein quedó tan deslumbrada el año pasado con la exposición navideña en el Patio Tranquilo, que necesitó saber cómo se hacían esas figuras de lana que llenaban de formas y colores el mesón dispuesto por el Taller de Tejido Solidario. Frente a ella estaba María Victoria Elgueta, quien no solo le explicó las características del trabajo, sino que la invitó a integrarse.
Así, cuando comenzó la actividad en 2024, Emilia, estudiante de tercero medio E, se transformó en una de las integrantes más jóvenes junto a Valentina Grigorow , de cuarto básico C, en un taller que congrega a un grupo de apoderadas, abuelas, parientes, funcionarias y ex apoderadas del TEI.
Justamente, Emilia llegó con su abuela Altair Guzmán y una tía que venía de Alemania, y se integraron a un grupo que realiza un inestimable aporte social, entregando diferentes prendas tejidas a hogares, colegios y fundaciones.
“Tejo desde que tengo 8 años. Me relaja mucho. Hay muchas personas que tejen y yo las admiraba. Este taller es muy lindo y tiene tanto sentido, porque lo que hacemos aquí sirve para hacer regalos a la gente”, explica Emilia.
En el taller, se encontró de nuevo con María Victoria Elgueta, quien asiste junto a su consuegra Cecilia Castro. Sus hijos, Jorge Schweitzer y Mariela Vega, son ex alumnos del colegio, y ahora sus nietos siguen esa huella, Lucas en octavo básico, y Matilda en tercero básico.
Mantas, carteras, gorros, pulpos, ositos y las más diversas creaciones es lo que ha hecho este taller, cuyos productos se distribuyen en instituciones como Fundación Las Rosas, Incáncer, Conín, Techo para Chile, el Hospital Calvo Mackenna, Centro de acogida Papa Juan XXII, o la Escuela N° 10 Llaima de Melipeuco.
Aprender y pasarlo bien
La actividad liderada por Miss Carolina Bravo es intensa, pero llena de pasión. Así lo muestra Cecilia Castro, quien llegó junto a María Victoria justo después de la pandemia.
“Desde el primer día nos encantó, porque había un gran grupo humano y porque nos permite colaborar con los demás. Y una va aprendiendo con cada objetivo que nos plantea Miss Carolina. Yo tenía una empresa de tejido en Estados Unidos, y vendí durante 12 años con mi hermana. Las dos tejíamos a telar y a palillo, y era como mi terapia. Yo trabajaba en Codelco, pero cuando llegaba a la casa, me gustaba tanto tejer, que me podía quedar hasta las 1 de la mañana”, resume Cecilia Castro.
María Victoria, quien no olvida los diseños que les tocó elaborar para la Navidad, cuenta cómo siguen la línea de trabajo, siempre por una causa solidaria.
“La dinámica es que venimos acá, un lunes de cada mes, y traemos cosas que hemos tejido. Cuadraditos para las frazadas siempre hay que traer. Tenemos un banco de cuadrados tejidos y ahí uno va sacando para armar una frazada u otra cosa, con colores armoniosos. El año pasado nuestra meta era hacer 55 frazadas, pero hicimos más de 100. Miss Carolina Bravo y Carmen Gloria Ruiz, quien la apoya en este taller, van viendo dónde derivar estos productos”, explica.
Cecilia agrega un caso bien especial dentro de la cadena.
“Tejimos pulpitos y mantas de apego, destinados a bebés prematuros. Su forma simula el cordón umbilical y desarrolla el apego, dando calorcito y suavidad a los bebés”.
La visita
Además del tejido, el taller vive un momento especial cuando se realiza la entrega directa a las instituciones, como lo recuerda Emilia.
“Me ha tocado ir a entregar las pantuflas al Hogar Santa Ana, de La Fundación Las Rosas. Ese día celebraban el día de la madre, y les hicieron una misa y una once. Me sorprendió el choque de realidad. Son abuelitas abandonadas, las visitas son cada vez menos frecuentes. Ellas tenían muchas historias. Una me contaba que fue bailarina cuando joven y que su mamá no quería que lo hiciera. Se llamaba Emma. Tengo apellido alemán, decía. Había otra abuelita que estaba hace mucho tiempo y decía que antes iban unos profesores y les bailaban. Otras contaban que tenían las mismas mantitas que les habían regalado hace años y que las cuidaban con todo el cariño”.